Lo de disfrazarse no es nuevo. El hecho de disfrazarse, en su origen, no es más que el acto de ocultar algo para pasarlo bien y poderse desmadrar sin tener que dar explicaciones. Parece ser que los romanos ya se disfrazaban en las “Saturnales”, fiestas en las que durante tres días consecutivos se olvidaban del orden establecido y se entregaban a fiestas y saraos. Está claro que el que lo inventó fue un visionario, aunque seguro que no sería capaz de pensar la repercusión que iba a tener en nuestros días. Y es que el negocio del disfraz se ha convertido en toda una gallina de los huevos de oro.
El hecho de colocarse máscaras y disfraces y poder mezclarse con la gente llana del pueblo, camuflándose entre ella como uno más, sin ser reconocidos, es lo que dio un empuje definitivo a los carnavales siendo rápidamente exportados hacia un gran número de poblaciones de todo el continente.
Hoy en día nos disfrazamos para todo. Solo hay que echar un vistazo a la web de La Casa de los Disfraces o a carnavalymuchomas.com, para darnos cuenta de que más de cinco veces al año necesitamos hacerlo. Está claro que lo más socorrido es en Carnavales. En ciudades como Tenerife, Las Palmas o Cádiz son los días más esperados del año. Y la cantidad de dinero que deja es impresionante. En 2018, el Carnaval de Santa Cruz dejó en la ciudad, durante los dos primeros fines de semana de la fiesta, un gasto de unos30 millones de euros. Ni el mal tiempo afecta en nada a la celebración de la fiesta. Está claramente demostrado que el Carnaval es inversión para Santa Cruz de Tenerife, en promoción, dinamización y generación de oportunidades. Se crean puestos de trabajo y se genera un gasto muy importante en diferentes sectores económicos de la ciudad. Por lo tanto, esta fiesta no es solo diversión, sino también oportunidades. Y así ocurre en muchos lugares.
Noche de Halloween
Sin embargo en los últimos años también se ha puesto muy de moda disfrazarse en la noche de Halloween. Una fiesta heredada de los Estados Unidos, previamente de los celtas, que se ha convertido en una noche terrorífica. Solo hay que ver como los centros comerciales hacen su particular agosto en noviembre con distintas celebraciones, pero también los niños se disfrazan en los colegios y en las propias comunidades de vecinos. Luego es el momento de ir casa por casa haciendo el llamativo ‘truco o trato’.
También son habituales las fiestas temáticas. Son muchos los bares o salas de fiestas que organizan fiestas donde hay que ir disfrazado. Por ejemplo la fiesta del Oktoberfet, donde todos tenemos que ir de alemanes que beben cervezas, o la fiesta temática ambientada en los años 80, donde es el momento de ponerse los trajes de Alaska, Almodóvar y Miguel Bose que ya teníamos abandonados en el armario. La disimulación, el engaño, la burla, el no ser de cada uno o, si abundamos un poco más profundamente, el ser auténtico de cada uno está siempre presente.
Fiestas medievales
Y seguro que no has pensado en las fiestas medievales que se organizan en muchos pueblos de toda España. Son mercados y recreaciones donde los habitantes se disfrazan de época, esos disfraces, en su mayoría muy elaborados, también son comprados a estas empresas, que han visto como sus ventas crecen gracias a estos eventos. En las fiestas de los pueblos también se hacen eventos para dar la bienvenida al verano, por ejemplo con una fiesta hawaiana, o se hacen desfiles de disfraces donde el único requisito es ir disfrazado y llevar muchas ganas de pasárselo bien. En algunos pueblos incluso lo hacen tipo desfile con carrozas.
Por el anonimato y el misterioso aire que rodea al enmascarado, miles de personas buscan todos los años esta transformación como válvula de escape a sus más escondidos deseos. Así el uso temporal de las máscaras permite un espectacular espejismo social; el pueblo descubre como un bello vestido puede convertir al esclavo en señor, y engañado por esta circunstancia, piensa que no tiene dueño cuando tiene puesta una máscara. Ahora ya has visto como el gran marketing que se ha hecho a través de los disfraces.